Es difícil para un escritor calcular el peso de una
novela. A veces, antes de comenzar un nuevo trabajo, me pregunto a qué deberé
renunciar para que el libro tenga ángel: un recuerdo de la infancia oculto en
algún rincón de mi psique, una fobia que la gente desconoce, alguna manía de la
vida cotidiana, algún pensamiento oscuro que jamás me atrevería a pronunciar o quizás el recuerdo de un viejo amor. Todas éstas cuestiones me llevan a una leve reflexión
sobre “La Casa del Aire”.
En
principio, debió ser una novela bella, una novela romántica al uso, de esas en las que él ama a ella, y ella ama a él, y juntos luchan contra un mundo que por alguna
extraña razón les separa. Y cuando terminé el libro hubiera jurado que lo había
conseguido. Pasó un año, lo volví a leer, y me siguió pareciendo una novela
romántica, pero con bastantes tintes de drama, quizás un final demasiado duró,
pensé. Ahora, desde la distancia que sólo el tiempo puede ofrecer, me doy
cuenta que es un drama con tintes románticos, con un principio duro, muy duro,
y un final de los que duelen. Si hace dos años un lector me hubiese parado por
la calle para preguntar de qué trataba mi libro, le hubiese contestado: “Es un
hombre que cree en el amor y lo persigue hasta el final”. Ahora sin dudarlo un
solo instante diría: “El libro va sobre un hombre que pierde el miedo a vivir”.
En este presente comprendo, y me doy cuenta que el escritor escribe y cree o
piensa que su obra es de una manera, que tiene su aquel, sí, pero bien sujeto y
sin fisuras. Entonces pasa el tiempo y te das cuenta que tu alma tiñó la obra
de matices, y que esos matices no fueron controlados por tu mente, sino por tu
alma. Puedo decir que mi obra es mejor de lo que pensaba porque no fue escrita
desde la mente, sino desde el corazón. ¿Y en ese corazón había luz o
oscuridad? La respuesta la dejo para el lector.
“- Es el poder de nuestros miedos el que hace que dejemos pasar la
felicidad una y otra vez. Sabemos que nuestras asperezas o costumbres molestan,
no son necesarias e incluso se podría decir que son ridículas, pero las hacemos
una y otra vez. Soy miedo porque nadie me enseñó a vivir. Soy mejor de lo que
creo, pero me preocupo más por el qué dirán de los que en mi mente regentan,
que por lo que mi alma me reclama para ser feliz una y otra vez. A veces pienso
que el ser humano saca lo peor de sí mismo cuando se mueve entre las paredes de
la costumbre, se siente seguro de miradas indiscretas y, en esa soledad tan
engañosa, se vuelve vulgar, es más humano que nunca y , curiosamente, más
animal. Me siento mal por lo que soy día a día, sin hacer nada por cambiar.
Siempre igual una y otra vez”.
Fragmento sacado de “La Casa
del Aire”
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Un cordial saludo,
Nicolás
Hola, saber que existe romance aún en los hombres, llena mi alma de felicidad, añorante de haber nacido en el 1800, se alegra mi alma al saber que aún existen poetas, libros, de amor, y quienes los lean, pero un poco más... que aún el amor existe...un saludo grande amigo Nicolás, Janett
ResponderEliminarUna hermosa reflexión, Nicolas.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por tu comentario.
EliminarUn cordial saludo,
Nicolás.
Gracias, Janett. Pero si te fijas bien te darás cuenta que aún quedan hombres románticos. Y, además, ¿nacer en el 1800? Qué haríamos nosotros sin Internet.
ResponderEliminarUn cordial saludo,
Nicolás
Me siento identificado con tu reflexión, Nicolás. Y como lector de tu obra te voy a decir algo que seguramente sea una obviedad: percibo en ese corazón clarooscuros; una ruptura drástica con un pasado todavía cercano, quizás. Pero lo más siginificativo es que la oscuridad me parece principalmente exógena y la claridad endógena.
ResponderEliminarY por supuesto que quedan hombres románticos, Janett. Cuando tengas la oportunidad de leer mi obra, te percatarás de que su protagonista principal lleva el platonismo hasta las últimas consecuencias. Y yo también creo que no tendría ningún problema en haber nacido en 1800, y muchísimo antes, tampoco.
Un abrazo para todos.
Hola, vengo volando, en busca de ustedes mosqueteros amigos, mis hombres de otros siglos, benditas las mujeres que inspiren su corazón, dichosas serán con sus extremas sensaciones, yo por mi parte creo que si, que Nicolás tiene razón, qué haría ahora yo sin internet? Me imagino que cada viaje que doy a España a visitarlos me costaría una fortuna, si desde Diego hasta Vida, en formas distintas he sentido que existen hombres románticos, que maravilla! Felicidades amigos! Un beso, Janett
ResponderEliminarAlberto!, siempre me haces decir, que Alberto este!, con esos tus análisis: es que la oscuridad me parece principalmente exógena y la claridad endógena.
No puede ser menos clarioscuro?
Bye....
ya he leido Diego perdiste, te debo el comentario, pero siempre pago, un beso
ResponderEliminarGracias, Jannet. Espero que no seas demasiado crítica. Un cordial saludo, Nicolás.
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